Qué triste ha sido ver cómo la mejor ganadería de este siglo se va por la puerta de atrás. No es el final merecido del hierro de la estrella. Impacta mucho más el desenlace tan rápido que tuvo. Los acontecimientos se precipitaron y todo acabó de forma fulminante. Merecía la casa Ozcoz un epílogo con honores. Una última temporada de despedida. Un "last dance" pasando por todas las plazas que han marcado la historia de la ganadería, acabando en La Misericordia. No ha podido ser.
Contar toda la historia de la ganadería se hace imposible en un artículo. Tampoco era necesario escribir el primero en busca de apuntarse un tanto de exclusiva. No había necesidad de prisas, mejor madurar lo que se quiere decir para medirlo bien y poder contarlo como corresponde. Dejarse llevar por los excesos semánticos de la sociedad actual le quita credibilidad a lo que se diga. Se ha dejado pasar la temporada para, además de observar lo que ha podido hacer o escribir cada cual, ver si alguien era capaz de preparar un festejo de homenaje acorde a la magnitud de la ganadería. Un festejo de homenaje, que es algo muy distinto a un homenaje en un festejo. Pues no, en la provincia de Zaragoza no se ha hecho (sin que sea esto meterse con los habitantes de toda la provincia). La Asociación "El Ruedo" es la única que ha preparado algo en condiciones. Había dos lugares donde cabía un festejo especial de reconocimiento. Con lo bonito que podía haber sido lo que ya estaba planteado... Cabía también que, el lote que el año pasado fue el que mejor quedó en las vaquillas, propiedad ahora de Brian Oliva, hiciera la última mañana de la feria en solitario. Y tanto ahí, como en las anillas, un homenaje acorde. En fin... Con la cultura taurina española, esto es lo que hay.
Las cosas hay que contarlas como son y hay que hablar de la decadencia de Ozcoz, que tiene un comienzo claro en la mitad de la pasada década. Dos detonantes hubo para que se acentuara la cuesta abajo. El saneamiento hizo estragos, fue una puñalada. Y el otro palo gordo: irse de "El Soto de la Barca". Se quedaron sin algunas de sus mejores vacas y se fueron de ese paraíso verde que era el soto. Las, cada vez más frecuentes riadas, les hicieron abandonar la que era una finca ganadera preciosa que estaba verde todo el año. Finca que por cierto necesitaba menos gasto en comida para los animales.
De ambas cosas no llegó a recuperarse la estrella. Se palpaba la pérdida de ilusión. Desde entonces era patente el declive, especialmente en las anillas. Pasaron de poder hacer un concurso fuerte en solitario (como nadie lo ha hecho nunca por bravura y dificultad) a ya no ser tan fuerte, después estar justos para llevar seis vacas ante un rival potente, acabar llevando cuatro y ahora ya no tener apenas vacas que pongan en problemas a los recortadores. Dolía ver así a Ozcoz en las anillas. Tener solo una vaca nominada entre las mejores del año en 2022 era un dato que hablaba por sí solo. Que solo hicieran cuatro concursos la pasada temporada, también.
Cierto es también qué, como referente, siempre tuvo el listón a la altura de su categoría. Lo que para muchos era un notable, para Ozcoz era sensación de suspenso. Siempre la comparación con lo que fue, le pesaba. Justo o injusto, la realidad es que la exigencia siempre fue máxima. Como era la referencia, siempre se le buscaba como diana y para comparar, siendo algún caso obsesivo.
Pasó unos años sin hacer roscaderos, pero en las últimas temporadas se había hecho con un lote interesante para la suerte del cesto, con alguna muy destacada. De las de pegar abajo y meter riñones, que toda la vida es lo que ha sido una vaca brava. Buscando en los derribos también, por cierto. Quedarán siempre en la memoria dos números: 327 y 11. ¿327? Sí, "Carinegra".
En la capea es en lo que más ha mantenido el tipo. Las hijas y las nietas no eran igual de buenas. Para quien lo quisiera ver "Maleanta II", en bravura, no estaba a la altura de su madre marcada con el seis. Y así, poco a poco, no era lo mismo. Ahora bien, sin tener la dureza y la verdad de antes, aguantan carros y carretas las actuales. Porque las de ahora, kilómetros llevan para aburrir y siguen trabajando. Con tendencia a lo mecánico, pero trabajando. Pocas ganaderías aguantarían el tute que han llevado estas en los últimos años. Pero... Un momento... ¿en serio estaba en decadencia una ganadería que el año pasado hizo la mejor mañana de las vaquillas del Pilar? ¿Cómo se explica eso?
Se explica simple y llanamente de la siguiente manera: Ozcoz ha sido la mejor ganadería para el festejo popular del siglo, cuando menos. Nadie ha tenido tantas vacas tan buenas tanto tiempo. Y vacas bravas de verdad y con verdad. De las que se mueren de viejas embistiendo y habiendo hecho muchas salidas. Duras, serias, con peligro, con picante, con aguante. El nivel al que llegó la estrella en sus años buenos y que lo mantuvo muchas temporadas, es un tope al que nadie en este siglo ha podido llegar. En su, como se diría ahora "prime" (mejor momento) en "El Soto de la Barca" había vacas de sobra para hacer las anillas del Pilar en solitario (vacas del nivel que se exigía entonces en La Misericordia, nada que ver con el actual). Quizá ahora se lamenten de no hacer caso a los recortadores cuando exigieron que hicieran las anillas en solitario y ellos mantuvieron a su compañero de cartel. Pero es que a ese lote de vacas tremendo que había para las anillas, se le añadían veinte o treinta más que arrasaban en las vaquillas. Nadie ha tenido en este siglo tanto tan bueno.
Por eso, pese al declive, se mantenía en la élite. La gran mayoría, tras un saneamiento que te deja sin algunas de tus mejores vacas, perdiendo una finca que ahorraba mucho en comida, con una pandemia por el medio y con un incendio en la ganadería que se llevó los dos camiones, estarían borrados del mapa. Ozcoz no, seguía ahí.
La ganadería tiene un vínculo especial con los Concursos de Recortadores, pero el repaso en particular a su historia en las anillas merece una entrada en el Diario de las Anillas. El de las vacas de capea, especialmente las de las vaquillas se puede hacer aquí, más adelante.
La andadura de la ganadería de Ozcoz comienza hace décadas de la mano de Don Félix Ozcoz Villarreal, quien fuera mayoral de la ganadería de Doña Carmen Fraile de Farre. Sangre de Roque Alaiza y posteriormente aportes de Graciliano, una de las ramas de Santa Coloma, para terminar con matices de Atanasio y Torrestrella.
En los años 80 y 90 del siglo pasado el nombre de Ozcoz es referencia en el festejo popular. Un festejo popular que vivía un boom aunque organizativamente estaba recién nacido. Opinar de aquellos años, sin haberlos vivido, sería atrevido.
En 1997 muere Don Félix Ozcoz Villarreal y quedan al mando sus hijos Don Sergio Ozcoz Gracia y Don Félix Ozcoz Gracia. Ambos ya llevaban años en el día a día de la ganadería. Desde entonces les toca llevar las riendas de la estrella. Por aquellos años, el hierro en el anca ya había pasado de la "F" a la estrella de seis puntas. Con las orejas despuntadas y divisa roja y verde, que era la que lucían cundo saltaban a la arena las varias novilladas por temporada que lidiaba Ozcoz.
Heredaron de su padre no solo la ganadería si no la faceta empresarial. Estaban perfectamente posicionados en las plazas más importantes, tanto como ganaderos como organizadores. La herencia en cuanto a lo ganadero, era un hierro que estaba en la élite desde hacía muchos años. Que era muy conocido, respetado y admirado. Huelga decir que también transmitió su sapiencia a sus hijos.
Cuando se hereda un tesoro ganadero, se puede vivir de réditos un tiempo. Tras morir el padre, sus hijos no solo mantuvieron el nivel, si no que, con ellos, llegaron los años dorados de la ganadería. Con el ganado corrido, tan importante es su selección como su trabajo. Saber dónde sacar a cada vaca y en qué momento es clave. Eso, lo hacían con maestría sus hijos.
La selección siempre estuvo muy clara. Se buscaba la vaca brava. La bravura, para quien entiende, es la que es. Que tendrá muchos matices, pero la base está clara. No se aceptan comedias ni mentiras. En la casa de la estrella, la vaca que saltaba al callejón sin ir detrás de nadie, pese a que diera espectáculo, era defenestrada.
Generalmente, todas las hembras se toreaban de capote y muleta. Las que apuntaban maneras, al galacho. Ahí, prácticamente asalvajadas, esperaban hasta los tres años para probarse. En el Soto se les daba con el saco. Desde la tapia con una pértiga y un saco, se podían empezar a ver sus reacciones. De ahí, a la finca de la familia Lausín. En un ruedo amplio, a verlas. ¿Cómo se probaban? Pues con rigor. Quizá cada vez con menos, como pasa con todo en esta sociedad, pero el concepto era el de que fuera un tentadero con recortadores como hacía su padre. Es decir, no se trata de que el recortador haga lo que él quiera, si no lo que diga el ganadero. Una res limpia, para empezar hay que ver cómo se desplaza a los primeros cites. Para ponerse a salvo, nada de entrar por los burladeros porque se puede lastimar el animal. Hay que saltar y hacerlo con tiempo. Después, a darle recortes sueltos, con ventaja, que para eso el animal está limpio. Así se ve una novilla probándola. El problema solía ser que las pruebas se hacían tarde en la temporada y se acababa perdiendo un año de cada animal. Tampoco eran muy amigos de hacerles salidas de entrenamiento a las reses y, por eso, les solía costar coger la forma. El que apuntaba era Sergio. Normalmente, en las primeras arrancadas la tenía vista. Odiaba que llevaran las manos por delante al llegar a la barrera. El galope codicioso era el que enamoraba en la casa.
Una vez se probadas (algunas a la primera ya estaban definidas, otras hacían varias pruebas), ya tocaba el trabajo de los pueblos. Si bien es cierto que algunas ya venían aprendidas porque de becerras habían llevado mucho tute, otras estaban muy verdes. Empezaba al proceso de aprendizaje. Las que iban a las anillas había que ver cómo evolucionaban, las que les tocaba ir a la guerra, había que ver para qué estaban preparadas. Si para plazas importantes o les tocaría el sucio trabajo de la calle. Ahí era Félix quien iba viendo su progreso. De su mano se recuperaba alguna vaca. La típica que se había comido todo lo peor y más y que, aún así, se podía llevar a festejos de trascendencia porque tenía corazón para aburrir.
Recordando el método de selección y de trabajo, servidor debe reconocer que gran parte de lo que sabe se lo debe a la casa Ozcoz. Hablar con ellos, especialmente con Sergio, sirve para aprender. Saber ver las vacas y saber ver los festejos. Fijarse en los detalles y tener claros los criterios. Interpretar lo que enseña una res es muy complicado de ver y de explicar. Entender los porqués de sus reacciones es algo complejo. Siendo que además no es una ciencia exacta, errándose muchas veces.
En esos años dorados, Ozcoz comparecía en las principales plazas de capea dura, algunas de ellas, aragonesas, haciéndolas en solitario, y era el mandón en las anillas. Un dominio, como nadie ha tenido, le hacía estar en los concursos más importantes y hacer muchos por temporada. En la capea era el mejor. Vacas que eran muy buenas, se forjaban. La pescadilla que se muerde la cola. Tenían las mejores reses para las plazas donde las vacas se hacen. Para los obstáculos, hicieron especiales para recordar. Festejos que no se olvidan casi veinte años después. Eran capaces de hacer una tarde de capea en la que no saliera nadie y las vacas trabajaran solo con los estímulos del público del tendido o barreras, colgándose del callejón o levantándose en remolques.
Todo eso tenía como colofón La Misericordia. En las vaquillas se veían actuaciones tremendas. El tendido aplaudía a vacas que arreaban. No había saltos al callejón a no ser que fueran a coger. Alguna se quedará en el tintero, pero se pueden recordar, de las que uno vio, las actuaciones de todos estos números: 310, 330, 25, 39, 45, 49, 67, 427, 708, 711, 717, 722, 723, 6, 11, 23, 29, 33, 34, 41, 52, 65, 68, 92, 96, 112, 115, 118, 146, 160, 401, 454, 472, 489, 502, 506. ¿Y la 38? La 38, merece ser nombrada aparte porque fue una vaca especial. Lo que hizo en sus salidas en Zaragoza, de momento ha sido irrepetible. ¿Ha habido vacas mejores? Sí. Incluso de la misma estrella. Pero aquella era diferente.
Muchas de estas se tiraban con todo en tablas. Espectáculo como el que daban esas vacas, difícil encontrarlo en tanta cantidad y calidad. Pero cabe destacar más aún a las que abrían plaza y se encontraban una batalla capaz de rajar a la más pintada. Las de Ozcoz ponían orden y despejaban la arena. La máxima expresión de aquello la tuvo la 118 en 2009 abriendo plaza. Qué barbaridad. Ese fue el último año que corrió Ozcoz con compañía (cuánto daño le hizo). Incluso estando organizando el Pilar, optó por no correr, manda narices. Afortunadamente a partir de 2010, dejó la comodidad, lo hizo en solitario y demostró ser, de largo, el número uno. Hizo unas cuantas de las mejores mañanas de la historia de Zaragoza. Ozcoz trascendía lo taurino. En la televisión, gente que no era aficionada, conocía a la ganadería de Ozcoz. Ha sido el hierro más famoso.
Momento este para una curiosidad de la ganadería. Hasta los últimos tiempos en los que todas las reses de anuncian con nombre y número, en la casa, pocas vacas tenían nombre. Se conocían por el número. Alguna había con nombre, pero eran las menos. Y aunque pocas tuvieran nombre, había familias reconocidas: "Manzaneras", "Escopetas", "Cecilias", "Sardinas", "Mogonas" o "Escapularias/Fugitivas".
Triunfaron en casi todas las plazas más importantes del festejo popular. Ganaron y cosecharon éxitos en prácticamente todos los sitios donde fueron. En La Vall, dos años campeones, cambiando casi toda la alineación y sin ir ni la 38 ni la 39... Con sus reses estuvieron en la Comunidad de Madrid, cuando el reglamento no obligaba al sacrificio. En Castilla La Mancha y Castilla y León también. En el País Vasco, La Rioja, Navarra, Aragón, Cataluña y Comunidad Valenciana es donde estuvo la base de su trayectoria, especialmente en Aragón, obviamente. También tuvo incursiones en Francia y Portugal. Y hasta cruzó el charco a tierras mexicanas, en forma de envío de semen a la ganadería de los Hermanos Lecumberri.
Además de ese declive que se mencionaba al principio, los últimos años, en general, han hecho daño a ganaderías como Ozcoz. Quizá no se supieron adaptar, o quizá es que mantuvieron una política que, sin resultados como los de antes, era difícilmente defendible. Llegaron a cobrar por festejo lo que casi nadie ha cobrado. Hacían que se valorarse su trabajo. Pero últimamente, en poco tiempo, pasaron de correr pueblos enteros, de los que pagaban bien, a hacer, ya no días, sino sesiones sueltas. Eso, a la fuerza, tuvo que resentir la economía. Ese modelo, instaurado en cada vez más localidades, es un problema. No se acaban viendo mejores festejos y a los ganaderos los ahoga. Todo viene motivado por la superpoblación actual de hierros. Oferta y demanda. Demasiada oferta barata para una demanda que quiere pagar poco.
Hablar de Ozcoz es hablar de una ganadería única. Un comportamiento reconocible y distinguible. Hay que repetir la lista de calificativos y añadir alguno más. Bravas, codiciosas, listas, enrazadas, serias, con picante, con corazón, duras y con aguante. Se hacen viejas queriendo embestir. La vaca buena de toda la vida, vamos. Personalidad que ha hecho un sello propio. Un tipo de vaca que ha sido modelo a imitar. Ha marcado una época que ha sido muy extensa. En sus momentos más bajos, donde la mayoría se despeñan, se ha aguantado en la élite y, en sus mejores, número uno indiscutible.
Los que conocieran los años gloriosos, seguramente mantenían la esperanza de que volviera a donde estuvo. Quizá pueda ser así. Quizá en unos años las descendientes de Ozcoz vuelvan al sitio donde estuvieron. Ya no llevarán a fuego la estrella de seis puntas, pero la cara, las hechuras y la mirada, mantendrán viva la llama del recuerdo. Siempre será reconocible el tipo de vaca y, sobre todo, el comportamiento.
Hasta aquí ha llegado la historia de Ozcoz. El aficionado es muy probable que esté enfadado porque la ganadería desapareciera. Al sentirla muchos como propia, quizá no les parezca bien la decisión que han tomado. Pero es que ser ganadero es muy sacrificado, mucho. Si ninguno de los hijos quería seguir, los palos que han recibido en los últimos años y la edad no perdona, ellos sabrán si era el momento de decir: hasta aquí hemos llegado. Al final, nadie de fuera somos quién para meternos en decisiones que son y deben ser únicamente suyas. Eso sí, no quita para que duela y de rabia que, una parte muy importante vivida como aficionados, se vaya.
Y la vida seguirá, y este mundillo también. Pero el festejo popular, sin la estrella, no va a ser el mismo. Quedará su recuerdo. Quedarán en la memoria sus vacas. Quedarán grabadas para siempre en la historia cinco letras. Honores máximos para la mejor ganadería, al menos, del siglo XXI. La más brava en la historia del festejo popular, eso seguro. OZCOZ.
Víctor Manuel Giménez Remón