Dice la Real Academia de la Lengua
Española que héroe es aquel varón ilustre y famoso por sus
hazañas o virtudes. Añado yo, que para mí un héroe es el que
realiza acciones que están al alcance de muy pocos, por
gallardía, valor, mentalidad y facultades y en este caso en
concreto, por una palabra que encaja a la perfección, por
raza.
Así pues, los héroes, los que realizan
hazañas, habrán de ser la elite en un campo para el que no
estén capacitados la mayoría de los mortales. Por ejemplo,
los recortadores. Siempre las elites han sido minoritarias y
selectas. Y como en libros de Asterix y Obelix queda un
pequeño reducto de irreductibles, valga la redundancia, que
siguen manteniendo la emoción de los Concursos de
Recortadores a lo largo de la temporada.
No llegan a cuarenta los recortadores que han participado en
cinco concursos o más, a lo largo de la temporada. Es decir,
en todo el territorio nacional, sólo son unas tres docenas
las personas que se atreven a participar en las anillas con
asiduidad. Los demás no. Los datos objetivos y numéricos son
irrebatibles.
¿Y por qué son héroes? Pues porque hacer
la temporada de las anillas es durísimo. Y habrá quien me
diga que años antes se hacía lo mismo, y había un nivel más
alto de recortadores. Pues sí, seguramente, y el primero que
lo dice soy yo. Pero los tiempos no son los mismos. Porque
con el época de la comodidad que nos toca vivir,
arriesgándose a perder un trabajo, la mentalidad del
recortador no tiene cabida, si no es considerándolo un loco.
Y son los propios colegas, los que les reconocen el mérito,
cuando comparten modalidades en plazas como Zaragoza, Huesca
o Calatayud. Les reconocen que ellos, los que se enfrentan a
toros limpios, no serían capaces de enfrentarse a vacas
corridas como ellos lo hacen durante todo el año.
Literalmente les dicen: estáis locos.
Si cogiéramos a final de temporada el
físico de un recortador, seguramente no habría ni un solo
sitio done no haya llevado un golpe, lesión, varetazo o
contusión. Eso es muy duro de asumir, pero lo asumen. Y
podríamos entenderlo si la compensación con el vil metal
fuera sustanciosa. Pero, ¿cómo se entiende que haya muchos
recortadores que acaben la temporada totalmente magullados
sin haber conseguido apenas premios? ¿Les merece la pena?
Claro que no. Pero son héroes, sin reconocimiento, pero
héroes. Y vamos a darle una vuelta de tuerca más. Si a todo
lo anterior le sumamos unos 300 kilómetros de ida y otros
tantos de vuelta, ¿es entendible? Hace falta una afición
desmesurada para ello, no tiene otra explicación.
Aún entendiendo que al que paga una
entrada le importa poco el aspecto personal del actuante, no
sería justo, no tenerlo en cuenta. Y el que los tilde de
interesados económicamente, algo hilarante, que lea lo que
viene a continuación.
Para ello, unas cuantas pinceladas
heroicas, todas ellas recientes, van a tratar de hacerles
justicia. Vayamos al último Campeonato Nacional de
Recortadores y a comentar varios aspectos personales
omitiendo siempre a los protagonistas.
Primero, los que queriendo, se tuvieron
que perder la cita, por caer a lo largo de la temporada. Qué
duro tiene que ser estar dando la cara todo el año y ser
imposible participar en el concurso más importante del año.
Como se vio, si las lesiones permitían un mínimo resquicio
para participar, en la plaza estuvieron, como fuera.
¿Cómo se entiende que alguien tenga
una gran rotura de fibras una semana antes y acuda todos los
días al masajista para poder participar? Pero es que
además llegó a recortar. ¿Se imagina alguien al futbolista
de turno hacer lo mismo? No, porque no son héroes.
¿Cómo se entiende que dos días antes
alguien sufra un esguince y decida salir en Zaragoza con su
compañero, haciéndole el quite perfectamente? ¿No es una
gesta?
¿Cómo se entiende que se participe en
Zaragoza con la mente puesta en un ser querido esperando la
fatal noticia que se produciría al día siguiente? ¿No es
digno de admirar?
¿Cómo se entiende que a un recortador
se le salten las lágrimas cuando en apenas diez segundos se
acabó su participación en Zaragoza? ¿Cualquier otra
persona tendría tanto orgullo?
¿Cómo se entiende que hasta diez
recortadores cayeran de feísima manera al callejón o fueran
cogidos y si la lesión no se lo impedía volvieran a la arena
como perros enrabietados? ¿Queda alguna duda de que son
héroes?
Pero no sólo en Zaragoza se vio a los
héroes, no en La Romareda, que también. A lo largo del año
ha habido momentos demostraciones fuera de lo común.
¿Cómo se puede seguir participando en varios concursos con
un pie machacado y encima ganar alguno de ellos?
¿Cómo se puede seguir luchando en los concursos con
“cuarenta y tantos” cuando ya se ha demostrado todo y se ha
sido uno de los más grandes?
Aunque no se prodigue en las anillas
mucho, ¿cómo se puede sufrir un cornalón que nos puso el
corazón en un puño, temiendo lo peor, y un mes después
volver a recortar como si nada? ¿No merece salir en los
periódicos tal gesta?
¿Cómo se puede reaparecer en Zaragoza después de ocho meses
de grave lesión y volver a estar a un gran nivel en aquella
ocasión?
¿Cómo puede ser que chavales
de apenas veinte años o menos, que podrían optar por
disfrutar de otra manera, piensen todos los días en las
anillas y se preparen concienzudamente para los concursos,
perdiéndose muchas noches de fiesta para estar en
condiciones de participar?
¿Cómo se puede recibir una cornada en Agosto por tener el
valor de salir a un concurso muy fuerte y en Octubre estar
participando ya en concursos?
¿Cómo se puede tener el detalle de dar todos los premios
económicos, siendo abundantes, a la pareja hasta que se
pague una operación de la temporada pasada?
Y esto son sólo pinceladas, nada más. Son
casos que vienen a la memoria a bote pronto. Pero a todo
ello hay que sumarle, que además tienen que ir a trabajar a
sus respectivos empleos al día siguiente de un concurso.
Acudirán doloridos muchas veces. Y que después de la jornada
de trabajo, muchos se ponen a entrenar para tener una buena
forma física.
No se les reconocerá. Y el público que es
soberano, que no justo muchas veces, estará en todo su
derecho de censurarles una actuación, que para eso paga su
entrada. Aunque sin duda, todos los que participan con
regularidad en las anillas, son héroes. Y quizá Héroes del
Silencio (qué gran grupo) porque pasan desapercibidos.
Pero para los que los conocemos, héroes son.
Víctor Manuel Giménez Remón